Actitudes del Orientador Familiar en el contexto socio cultural chileno
Por: Italo Araya Palominos
Orientador Familiar mención Relaciones Humanas
Hoy 28 de noviembre conmemoramos nuevamente el día del Orientador y Orientadora Familiar, como tales profesionales tenemos una responsabilidad social que cumplir y que implica no sólo el cómo llevamos a cabo nuestras intervenciones, sino el tipo de personas que somos, conmemorar este día nos ayuda a reflexionar respecto del papel que juega nuestra profesión en la sociedad chilena y de las actitudes que tenemos que cultivar como gremio y como profesionales.
Un Orientador/a Familiar debe tener siempre en consideración el impacto que produce en su entorno, nuestra formación sistémica nos da una mirada totalizante, que nos hace responsables de lo que hacemos porque sabemos que nosotros trabajamos con personas y para las personas, que han puesto sus vidas en nuestras manos y que confían, no sólo en que haremos lo mejor posible, sino que haremos un trabajo de excelencia. Para lograr desarrollar una intervención de excelencia, es necesario que cultivemos varias actitudes: formación permanente, intervención multidisciplinaria y desarrollo personal entre otras.
Un Orientador/a Familiar reconoce las fortalezas y debilidades de su formación, es agradecido con lo que pudo obtener de sus años de estudio inicial, pero al mismo tiempo sabe que el conocimiento es su mayor capital y por tanto siempre debe estar en constante perfeccionamiento y actualización, esto requiere un esfuerzo personal traducido en tiempo y dinero, dedicados principalmente a adquirir y mejorar sus técnicas, aptitudes y competencias.
La intervención del Orientador/a Familiar siempre tiene en consideración que la familia es un sistema multidimensional y que por tanto debe ser atendida como una unidad y de acuerdo a la complejidad de su estructura, esto implica un trabajo en red con otras disciplinas, que en ocasiones llega a trascender el ámbito de las ciencias sociales y de la salud mental, para abarcarla como una totalidad desde lo económico, jurídico-moral, intra e interpersonal, emocional, físico, mental, socio-cultural, espiritual, etc. para ello requiere crecer tanto en sus dotes de liderazgo, trabajo en equipo e intervención multidisciplinaria, como en sus habilidades comunicacionales e interpersonales.
Por otra parte, cada Orientador/a Familiar debe ocuparse sobremanera de crecer en el ámbito personal, puesto que como profesionales reflejamos aquello que hemos ido incorporando a través de las experiencias de vida; a través de nuestras conductas, actitudes, modales, gestos, lenguaje y expresiones, transmitimos lo más profundo de nuestros valores, intenciones, propósitos, ideas, pensamientos, intereses y sentimientos, las que tenemos el deber y la responsabilidad de ir depurando y perfeccionando.
El crecimiento y desarrollo personal del Orientador/a Familiar debe estar en primer lugar, debido a que tenemos la vida de otras personas en nuestras manos, el profesional debe procurar mantener su salud en condiciones óptimas, esto quiere decir que debe preocuparse por su propio bienestar físico, mental, emocional, relacional y espiritual para así poder atender y prestar un servicio de calidad a las familias y personas que llegan hasta nosotros con múltiples necesidades y carencias.
Este desarrollo debe verse incorporado y transmitido en nuestra comunicación, a través del lenguaje vamos creando la realidad de nuestras interrelaciones, de allí la importancia de usar y mejorar nuestras formas y modos de referirnos a las cosas, acontecimientos y personas. Para un profesional como somos los Orientadores Familiares, es absolutamente imprescindible saber moderar el lenguaje que utilizamos para poder transmitir nuestras ideas claramente, con fuerza y sin violencia. De modo que nuestras palabras contribuyan a construir una realidad mejor, que dignifique y haga crecer a las personas y propicie el entendimiento y la paz social.
Por tanto conmemorar el día del Orientador y Orientadora Familiar nos hace pensar en el espacio que debemos ganar para poner al servicio de nuestro país, de todas las familias y de todas las personas, nuestra pericia y habilidad, espacio que sólo puede ser ganado con el trabajo arduo, constante, de excelencia y calidad que cada uno pueda llevar a cabo.
Una cosa más, ganar un espacio laboral o social, no depende de la obtención de un título profesional, que sin lugar a dudas es una gran ayuda, sino que depende de variados factores como es la imagen que proyectamos, la seguridad en nuestros conocimientos y el tiempo. Todo profesional debe probar que su labor es importante y necesaria no sólo desde los argumentos ni de la retórica, más bien nuestro desafío individual está en probar lo valioso que soy como Orientador u Orientadora Familiar desde lo concreto de nuestras intervenciones, eso va forjando nuestra trayectoria y con ello aportamos a la historia del gremio.
Somos parte de las ciencias y disciplinas sociales, por tanto estamos sujetos a expectativas que deben impulsarnos a comportarnos y trabajar con altos estándares de calidad en nuestro desempeño. Sólo así podremos ganarnos un espacio para contribuir a una sociedad más justa, equilibrada y mejor relacionada y con familias más saludables y felices.
Muchas Felicidades a todos mis colegas que llevamos con orgullo el título de Orientador y Orientadora Familiar mención Relaciones Humanas y Orientador u Orientadora en Relaciones Humanas y Familia, sigamos trabajando juntos para realizar nuestros sueños.
envía tus comentarios a: iaraya@conaofchi.cl